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Después de cuatro años de mercado
bajista, la posibilidad del que el barril de petróleo recupere los
100 dólares que perdió en junio de 2014 gana enteros en las
apuestas. De hecho, no solo se ha colado entre los riesgos que
contemplan los 200.000 gestores que han participado en la encuesta
mensual que realiza Bank of America Merrill Lynch, sino que se trata
del tercero más citado.
No en vano, desde que el presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, anunció la ruptura del acuerdo nuclear
con Irán, el precio se ha disparado, alimentado, además, por un
aumento de las tensiones en Oriente Medio, hasta superar este jueves
la barrera psicológica de los 80 dólares por primera vez desde
noviembre de 2014.
El precio más alto marcado por el oro
negro desde noviembre de 2014, apenas cuatro meses después de que
comenzara el ciclo bajista del mercado que llevó al barril a perder
los $100
Es por ello que las tres cifras han
vuelto a sobrevolar en las previsiones del mercado. En este sentido,
el responsable del equipo de análisis de materias primas de BoAML,
Francisco Blanch, aseguró en una entrevista en Bloomberg que se han
juntado varios factores que justifican este miedo del mercado.
Por un lado, el desplome de la
producción de Venezuela, de los 2,3 millones de barriles al día en
enero de 2016 a los 1,6 millones en 2018 como consecuencia de la
pésima gestión de la industria energética por parte del Estado.
Por otro, la previsible caída del
bombeo en Irán alimentada por el aumento de las tensiones en Oriente
Medio y las posibles nuevas sanciones por parte de EEUU una vez que
el acuerdo nuclear alcanzado en 2015 se ha retirado.
A esto hay que sumar las nuevas medidas
que pueda alcanzar la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP) y sus socios como Rusia en la próxima reunión del
cartel, que tendrá lugar el 22 de junio y que puede arrojar una
alianza de 10 a 20 años entre Arabia Saudí y Rusia. Y, por último,
la limitada capacidad de EEUU para responder a una escalada de los
precios, aunque ya ha denunciado que se encuentran artificialmente
altos.
Cambios regulatorios
Pero Morgan Stanley va un paso más
allá y añade un factor que no están teniendo en cuenta las firmas
de análisis, y este son los cambios regulatorios en el transporte
marítimo. Y es que aunque parezca una cuestión menor, puede
apuntalar la demanda de petróleo, en tanto que se va a obligar a las
naves a reducir al mínimo el combustible con contenido de azufre,
disparando el combustible de las refinerías.
Por ello, desde el banco de inversión
sitúan el precio del petróleo en los 90 dólares, nivel a que se
estabilizará en 2020, cuando la demanda se incremente en 1,5
millones de barriles al día.
Una visión que contrasta con la de
Goldman Sachs, que si bien cree que el barril se puede ir a los 98
dólares en el corto plazo, considera que a largo plazo siguen
"comprometidos con un nuevo orden, en el que va a haber una
revolución técnica y no financiera, que va a hacer que los actuales
cuellos de botella en las inversiones a largo plazo se resuelvan,
volviendo a un escenario de 60 dólares barril".
¿Por qué es peligroso?
Pero el peligro de la subida del
petróleo no está en el precio en sí, sino en el contexto que vive
el mercado. De hecho, no es la primera vez que el crudo conoce la
triple cifra. Ya en 2008 se encontraba en máximos históricos, por
encima de los 145 dólares, tanto en el caso del Brent europeo como
del Texas estadounidense. Sin embargo, el problema es qué ocurriría
en un momento en que EEUU se ha embarcado en una batalla comercial
que puede hacer subir el precio de todo tipo de productos y con ello
la inflación. Esa es la clave.
En este sentido, aunque Marc
Garrigasait, gestor de Gesiuris, da poca probabilidad a que
finalmente el barril alcance los 100 dólares, asegura que de
producirse "sería el peor escenario posible". "Si los
conflictos comerciales se agudizan y el petróleo no frena su
escalada, sería un cóctel muy peligroso", afirma el experto. Y
es que, por un lado, el repunte del oro negro aumenta las presiones
inflacionistas; y por otro, con las políticas arancelarias y
proteccionistas, se limita la libertad de las empresas a la hora de
buscar el lugar donde sus costes de producción son más bajos y, por
lo tanto, esto se traslada también al precio de los productos.
Así, la inflación aumentaría más de
lo esperado y esto obligaría a los bancos centrales a subir tipos
más rápidamente de lo que cabría desear, en especial para el
mercado. Esto incrementaría la presión a corto plazo y sacudiría
con fuerza las bolsas. Prueba de la dependencia del mercado a las
cantidades ingentes de liquidez inyectadas en el sistema en los
últimos 10 años es la sobrerreacción que han demostrado los
mercados cuando se ha especulado con la posibilidad de una retirada
más radical de las políticas monetarias expansivas.
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