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Leticia Jáuregui identificó un común
denominador en las comunidades de migrantes en México: los hombre
emigraban, mientras que las mujeres se quedaban e iniciaban sus
propios negocios. “Me di cuenta de que ellas son el motor oculto de
la economía”, dice. Pero no todos los emprendimientos eran
exitosos.
Aunque ellas se esforzaban por hacerlos
crecer, su empeño no se reflejaba en el tamaño del negocio ni en
los ingresos, algunas incluso perdían dinero. Principalmente porque
estaban en zonas de alta marginación y enfrentaban barreras
económicas, sociales, tecnológicas y políticas. Requerían un
programa de desarrollo empresarial que las empoderara e impulsara sus
emprendimientos.
Para atender esta necesidad, en 2008
Jáuregui fundó Crea. Esta empresa social capacita a mujeres de
zonas social y económicamente marginadas para convertirlas en
mejores administradoras, además desarrolla sus habilidades
emprendedoras y mejora sus condiciones de vida.
Después de 10 años de operación,
Crea ha atendido a casi 50,000 mujeres con proyectos como
pastelerías, tamalerías, talleres de arte y diseño, productoras de
miel y fabricantes de composta. Una vez que cursan el programa
generan 170 pesos adicionales de ingreso y nuevos empleos para su
comunidad. “El emprendimiento es la herramienta que puede combatir
la marginación”, afirma la fundadora de Crea.
Jáuregui no es la única que considera
que el emprendimiento es la caña de pescar que puede ayudar a las
personas a salir de la marginación. En la última década se activó
en México el surgimiento de iniciativas que utilizan el brazo
emprendedor para erradicar la pobreza –que alcanza a 53.4 millones
de personas– y la marginación de grupos vulnerables –como
reclusos–, generar nuevos empleos y formalizar empresas.
Armando Laborde, socio de la
aceleradora de empresas de impacto New Ventures, afirma que este tipo
de proyectos se divide en dos categorías. La primera está integrada
por proyectos como Crea, que se enfocan en capacitar a las
comunidades para ayudarlas a desarrollar sus habilidades
empresariales y que, en consecuencia, mejore su situación económica.
La segunda, además de capacitarlas,
les ofrece empleos y las insertan en su cadena de producción. “En
esa (segunda) línea está Someone somewhere, emprendimiento que
trabaja con artesanos del país que hacen pequeños textiles bordados
y la empresa los incorpora a sus productos como playeras, mochilas o
gorras”, describe Laborde. “Trabajan por su cuenta, a su ritmo y
se desarrollan en un mercado que no sabían que existía”.
Héctor Rubio, coordinador de
Innovación e Incidencia de la organización Acción Ciudadana Frente
a la Pobreza, afirma que estos proyectos nacen por el fracaso de las
políticas públicas y los 6,500 programas sociales que hay en
México. “Para hacer frente a la pobreza y la marginación, lo
necesario es generar riqueza y aumentar el ingreso de las personas,
eso no pasa por los programas sociales”, explica Rubio. “Hay que
cambiar la narrativa. Tenemos que generar riqueza, pero no cualquier
tipo de crecimiento económico, sino uno que sea incluyente. Porque
hasta ahora el modelo que ha prevalecido excluye ciertas regiones”.
DOBLE VISIÓN
La Cana es una empresa social que
trabaja con internas de los reclusorios de Barrientos, Nezahualcóyotl
Bordo de Xochiaca y Chiconautla. Ellas son las responsables de
producir los peluches que la empresa comercializa en línea, bazares
y puntos de venta distribuidos en todo el país.
“Las capacitamos en tejido, bordado y
tramado textil”, describe Daniela Ancira, directora general de La
Cana, que inició operaciones en 2016 y tiene a 75 mujeres en nómina
y 30 más en capacitación. “Una vez a la semana les damos la
capacitación, les dejamos el material y, a la siguiente semana,
recogemos los peluches”, describe.
La empresa social vende entre 450 y 600
peluches al mes y paga, en promedio, 120 pesos por producir cada
muñeco. Según Ancira, ese monto representa el 100% de los ingresos
de algunas internas, porque dentro de la cárcel no hay otras fuentes
formales de empleo. Cocinar, limpiar y lavarle la ropa a otras
internas son actividades que realizan para ganar dinero.
“Algo importante de trabajar con
ellas es que generamos un impacto no sólo en la persona, sino en las
familias”, cuenta la directiva. “Tener a un familiar en prisión
es una carga emocional, pero también afecta económicamente porque
en nuestras cárceles todo cuesta, desde el agua caliente hasta la
sal”.
Para Laborde, el principal valor de
estas empresas es su doble misión: porque no sólo están
concentradas en maximizar sus ganancias, también ofrecen
oportunidades para impulsar el desarrollo. “El modelo que ha
imperado en el mundo empresarial del país es que lo principal es
ganar dinero. Ahora también hay otros elementos que interesan, como
el desarrollo. Ése es el nuevo tipo de empresas que vamos a ver
tanto en start-ups como en grandes corporativos”, dice.
Los especialistas coinciden en que el
avance es importante, aunque Rubio asegura que hace falta un esfuerzo
de visibilidad, a fin de que estas iniciativas sean conocidas por
potenciales socios o aliados que inviertan o se sumen para potenciar
el impacto positivo en las comunidades vulnerables.
CINCO INICIATIVAS MÁS CONTRA LA
MARGINACIÓN:
ProMujer. Ofrece capacitación
empresarial y de empoderamiento femenino, así como servicios
financieros y de salud preventiva.
Prison Art. Comercializa y crea
diseños únicos de bolsas, carteras y cinturones tatuados a mano por
artistas que están presos en cárceles mexicanas.
Laboratoria. Empodera a mujeres
de bajos ingresos: les brinda acceso a educación para formarlas como
desarrolladoras web y las introduce en el mundo laboral.
Someone somewhere. Este
proyecto, que inició en 2011, integra el trabajo de artesanos
mexicanos en la ropa y accesorios que fabrica. Permite que los
ingresos de este sector aumenten hasta 300%.
Aires de campo. La empresa
trabaja con una red de más de 80 productores orgánicos en el campo
mexicano.
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