miércoles 17 de junio de 2015
La Guayana Esequiba esconde, bajo lo que para los venezolanos es solo un pedazo de mapa con líneas punteadas, un enorme caudal de recursos mineros, hidrocarburíferos, hídricos, forestales, además de humanos y culturales.
Oro, manganeso, diamantes, bauxita, mica, uranio, agua dulce, petróleo, gas natural, hidroelectricidad, biodiversidad, sabanas y bosques, entre muchos otros recursos, se mantienen bajo controversia por los derechos de soberanía entre Georgetown y Caracas.
Tras el reavivamiento de la disputa de esa zona en reclamación, que data de la época colonial, se pone sobre el tapete, no solo el componente soberano, y los recursos naturales que se sabe existen, sino que ahora se incorpora el petróleo hallado en la plataforma marina, sujeta a reclamación.
No estaba clara la existencia de hidrocarburos en esos territorios, toda vez que por tratarse de un área en litigio, estaba prohibida la exploración prospectiva y cualquier tipo de actividad. Sin embargo, Guyana sigue ocupando y explotando, ya no tan silenciosamente, las riquezas del Esequibo.
Cuestión de sobrevivencia
Carlos Lee Blanco, apasionado del tema y convencido de que Venezuela tiene la razón desde todo punto de vista, histórica y legalmente, señala ante las reacciones guyanesas, que incluso invocan la presencia de la ONU para dirimir el tema, que “ellos hacen simplemente lo que deben hacer. Ellos sienten esos territorios suyos”.
Aunque Guyana hace uso del territorio a su antojo, eso no ha sido obstáculo para que Venezuela y esa nación mantengan relaciones amistosas. Los guyaneses de hecho forman parte de las 17 naciones que conforman Petrocaribe, pacto energético del que reciben 43% de la energía que consumen.
Alega entonces que: “para los venezolanos la zona en reclamación no es más que un montón de líneas grises anexas al mapa de Venezuela y nada más”, dice Carlos Lee Blanco también presidente del Centro de Orientación de Energía (Coener).
Se trata de un desprendimiento psicológico del territorio que por generaciones se ha transmitido y reproducido. No hay nada en ese territorio que nos lo haga sentir nuestro, apunta.
“Qué significan esas rayas grises en el mapa, preguntas tu a un venezolano cualquiera, y te responde con simpleza, es la zona en reclamación. Pero nadie sabe que en ese vasto espacio de tierra, hay un grupo humano con su cultura, idioma, costumbres y economías, que de no haber sido por la inacción de los gobiernos venezolanos, sería un gran territorio asimilado a Venezuela, en toda su dimensión”, precisa Lee.
De esta realidad meridiana se alimentó Guyana a lo largo de la historia. Fue haciendo usufructo de los espacios territoriales, cada vez con menos vergüenza y sin tapujos, ante el silencio cómplice de Venezuela.
El punto, para el analista, es que ahora Guyana recrudece su expansión porque para esa nación se trata de un tema de sobrevivencia.

¿Qué hacer?
No es posible lamentarse sobre la leche derramada. La mesa ahora está sirviéndose y Venezuela debe actuar, dice el experto. “La época del reduccionismo pasivo, como lo expone la geografa Isbelia Sequera, debe acabarse”, comentó el docente.
Desde la firma del Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, considerado “un acuerdo para llegar a un acuerdo”, transcurrieron los cuatro años reglamentados para dar luz verde a las negociaciones, que se esperaba darían una solución final al diferendo.
Pero en junio de 1970, durante el primer gobierno de Rafael Caldera, lejos de concretarse una solución, se suscribe el Protocolo de Puerto España, que prorroga la discusiones por doce años.
“Desde allí no hemos avanzado más en la discusión”, dice Lee Blanco, señalando que Venezuela siempre ha tenido otras prioridades signadas por las crisis políticas, desde la independencia, crisis petroleras, económicas, y de toda índole, que la han hecho abandonar sus derechos soberanos sobre sus territorios, tanto con Colombia, como Brasil y por supuesto Guyana.
El mapa de Venezuela se desdibujó con riquezas incluidas. Aquel extenso territorio que abarcaba la Capitanía General de Venezuela, asumido por la naciente República en 1810, comprendía desde Cabo de la Vela en el occidente del país hasta el oriente del río Esequibo.
“Venezuela debió custodiar sus predios, debió poblarlos y asimilarlos, venezolanizar sus predios, pero no lo hizo. Ahora entonces necesitamos de buenos oficios diplomáticos, además de gente capaz, preparada, que la tenemos”, señala el académico.
El experto no ve en el horizonte una solución bélica, pero estima que esta vez puede haber una solución favorable a Venezuela.
Lee Blanco especula en ese futuro, y apunta que las concesiones otorgadas sobre recursos naturales, Venezuela podría convenir la continuidad, sería una excelente demostración de diplomacia. Pero no descarta que el Gobierno nacional puede desconocer los contratos, como podría pensarse con ExxonMobil.
Como quiera que sea, el especialista Lee Blanco considera que el Gobierno debe insistir en el finiquito a esta centenaria controversia, y hacer, finalmente, el mejor uso de un territorio que le pertenece por derecho.
Fuente: Emen
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