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1. Tomar las riendas de nuestra vida profesional. La crisis
ha puesto de manifiesto la necesidad de transformación del modelo productivo
que rige nuestro sistema económico. Nos ha tocado vivir el fin de la era
industrial y el inicio de la era del conocimiento. Las reglas del juego laboral
han cambiado y seguirán cambiando, cada vez más deprisa. Las instituciones
establecidas ya no tienen la capacidad de procurar seguridad económica para los
ciudadanos. Los puestos de trabajo con contrato indefinido están disminuyendo.
Y para muchos ha llegado la hora de hacerse cargo de ellos mismos laboralmente.
Y de realizar una función profesional útil, creativa y con sentido, que
preferiblemente no pueda automatizarse y digitalizarse por medio de las nuevas
tecnologías, ni tampoco externalizarse a un país en vías de desarrollo.
2. Cultivar nuestra inteligencia emocional. Estar en el
desempleo es una situación laboral muy complicada de lidiar. Sin embargo, para
poder iniciar un proceso de cambio es importante no dejarnos llevar por la
queja, el victimismo o la culpa, pues con ello tan solo conseguimos consumir la
energía vital que necesitamos para buscar nuevas soluciones y alternativas. Es
fundamental invertir tiempo en conocernos en profundidad, aprendiendo a sanar
nuestra autoestima y a cultivar la confianza en nosotros mismos. En la medida
en que desarrollamos nuestras fortalezas internas, empezamos a afrontar la
adversidad de una forma más responsable, optimista y eficiente. Y a base de
entrenamiento, verificamos que nuestro grado de satisfacción no tiene tanto que
ver con nuestras circunstancias, sino con la actitud que tomamos frente a
ellas.
3. Entrenar la inteligencia financiera. En general, las
creencias sobre el dinero se pasan de generación en generación por inercia, sin
darnos cuenta. Del mismo modo que no elegimos nuestro equipo de fútbol, nuestra
visión laboral y financiera del mundo ha sido prefabricada; viene de serie. No
nos han enseñado a resolver por nosotros mismos nuestros propios problemas económicos.
Cultivar nuestra inteligencia financiera nos capacita para presupuestar nuestro
dinero, dándonos la oportunidad de generar excedentes con los que ahorrar,
invertir y no depender de préstamos o deudas. También nos muestra cómo ganar
más y gastar menos, emancipándonos de las instituciones establecidas.
4. Descubrir el propósito profesional. En vez de hacer lo
que se supone que tenemos que hacer (buscar salidas profesionales), es hora de
encontrar nuestro verdadero propósito. Y para lograrlo es esencial que
escojamos un camino laboral que tenga sentido para nosotros. Más allá de los motivos
típicos que nos mueven a trabajar (dinero, poder, seguridad, comodidad o
reconocimiento), hemos de conectar con una motivación intrínseca que nos
permita concebir nuestra profesión de forma más vocacional. Para ello, hemos de
redefinir nuestro concepto de éxito, así como los valores que queremos que
guíen nuestras decisiones y acciones. ¿Qué haríamos profesionalmente si no
tuviéramos que ganar dinero? ¿A qué nos dedicaríamos si supiéramos que todo va
a salir bien? ¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo? Saber la respuesta de estas
preguntas no tiene precio.
5. Decidir el rol laboral. El 85% de los profesionales
españoles trabajan como “empleados”, vendiendo su tiempo a cambio de un salario
a final de cada mes, formando parte de un sistema productivo que enriquece a
otras personas. Pero más allá de este rol profesional existe el de
“emprendedor”. Es decir, aquel que trabaja para sí mismo como autónomo o
freelance, o bien monta un proyecto contratando a otras personas. Cada uno
cuenta con una serie de ventajas y desventajas, requiere de un tipo de
mentalidad específico y va acompañado de un determinado estilo de vida. De ahí
que pasar de empleado a emprendedor implique un profundo cambio en la manera de
relacionarse con el mercado de trabajo. Y dado que la seguridad laboral está en
entredicho, es cuestión de elegir entre la incertidumbre del empleado y la
incertidumbre del emprendedor.
6. Hacer algo que nos apasione y que potencie nuestro
talento. A pesar de haber recibido la consigna de que “no podemos ganarnos el
pan haciendo lo que nos gusta”, a la hora de reinventarse es fundamental
dedicarnos a una profesión que nos motive e interese de verdad. Solo así
encontraremos la fuerza y la dedicación para dar lo mejor de nosotros mismos,
potenciando nuestras virtudes y habilidades. Todos albergamos algún tipo de
talento por descubrir y desarrollar. En esencia, el talento es la forma con la
que expresamos nuestro valor. Eso sí, los dones que se necesitan para llevar a
cabo las nuevas funciones profesionales no tienen nada que ver con la educación
industrial o las aptitudes académicas convencionales. Más bien surgen al
comprometernos con nuestro proceso de autoconocimiento y desarrollo personal.
Cuanto más nos conocemos, más nos valoramos por ser quienes somos. Y cuanto más
nos valoramos, más sabemos para qué servimos y cómo podemos ser útiles para la
sociedad.
7. Encontrar un problema social que nos motive resolver. La
gente está dispuesta a pagar por productos y servicios que cubran sus
necesidades y satisfagan sus aspiraciones. El reto consiste en saber qué
problemas podemos resolver haciendo eso que nos gusta a través de nuestros
talentos. También es importante diseñar “propuestas de valor” que mejoren la
calidad de vida de otras personas. A su vez, es fundamental conocer las últimas
aplicaciones y herramientas digitales que podemos emplear a través de Internet,
concibiendo así nuevas formas de aportar valor al mercado laboral.
8. Invertir en formaciones específicas. En este punto del
camino puede resultar decisivo asistir a seminarios que nos enseñen a “saber
cómo” y a “tener con qué” expresar nuestro talento. En este sentido, la
universidad convencional parece estar dejando de ser la única opción. ¿Cuánto
de lo que hemos estudiado nos ha sido de verdadera utilidad para desempeñar
nuestro actual trabajo? La nueva formación va a estar cada vez más centrada en
ofrecer cursos prácticos que nos enseñen a desarrollar habilidades que nos
permitan resolver problemas concretos. La inversión más importante la hemos de
hacer en nosotros mismos. Nuestra inteligencia, nuestra creatividad y nuestro
talento son nuestra principal fuente de riqueza.
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