Fuente: LaPatilla |
Todo lo anterior explica por qué se agrava la crisis
gubernamental venezolana, pues su gobierno está agobiado por las deudas que
crecen como una bola de nieve que amenaza colapsar en el inmediato plazo las
finanzas estatales. Los intereses de empréstitos billonarios se han vuelto
impagables y la ‘petrodiplomacia’ que puso en marcha el chavismo y su
“socialismo del siglo XXI” se ha convertido en una fuga autorizada de capital
al extranjero.
Aunque también es una incógnita el nivel de producción de
barriles diarios de crudo, lo cierto es que parte de esa producción que se
exporta es negociada a precios inferiores a los del mercado, con el fin de
conseguir capitalización rápida. La oposición denuncia, incluso, que en la
petrolera estatal laboran 114.259 personas, de las cuales 100.000 cobran sin
trabajar ya que son miembros de las milicias oficiales. Es más, dice la
oposición que tanto la llamada “central bolivariana” como el Psuv -partido
único chavista- exigen a los jefes de personal y los supervisores de la estatal
petrolera que cumplan con la asignación de cuotas mínimas de incorporación de
trabajadores para las milicias, que son los cuerpos de choque que tiene el
régimen en todo el país, algunas con entrenamiento militar.
Semejante escenario es el que lleva a economistas y firmas
internacionales a sostener que Pdvsa opera virtualmente en quiebra y son tantas
las obligaciones inusuales del gobierno por las que debe responder, que la
también denominada ‘caja menor del régimen’ ya no da abasto. Agregan que los
recursos para exploración y explotación, así como modernización de
infraestructura y tecnología se dilapidan en esa politiquería parásita,
condenando a la empresa a trabajar con las uñas y descapitalizarse a niveles
críticos.
En vano la Asamblea Nacional ha tratado de investigar lo que
pasa en Pdvsa. Denuncian los parlamentarios que los esfuerzos del Legislativo
por penetrar la maraña de entuertos tropiezan con la oposición de los militares
-otros grandes beneficiados con la administración caprichosa de la compañía-
que impiden a los investigadores ingresar a las oficinas y plantas de la
petrolera. Precisamente es tal el hermetismo que muchos piensan que, incluso,
la situación de descalabro es peor.
Para los conocedores del mundo de los hidrocarburos es claro
que la sola caída en la producción y la crisis de precios no tienen como
consecuencia la falta de mantenimiento de los equipos y plantas, lo que se
agrava con la inexperiencia de muchos operarios recomendados por los políticos
oficiales.
Los dirigentes políticos opositores, e incluso algunos
oficialistas mejor enterados, se duelen de la forma en que Pdvsa se deshace a
pedazos. Temen que los más recalcitrantes agentes del chavismo intenten destruirla
antes que dejar que la oposición llegue al poder y pueda no sólo establecer qué
pasó allí, sino recuperarla y modernizarla.
La agonía de Pdvsa se da mientras la economía colapsa y el
hambre y la enfermedad se ensañan contra los más pobres. En las marchas
populares más que ubicarse en una u otra orilla de la polarización política,
las gentes lo que reclaman es comida.
Todo este escenario económico y social debe tenerse claro a
la hora de analizar por qué no avanza el proceso de diálogo interno entre Maduro
y la Mesa de
Unidad Democrática (MUD). El Gobierno no quiere evidenciar su fracaso en la
petrolera y esa es una de las razones por las que las conversaciones de la
oposición y el oficialismo no pasan de ser un sainete. Maduro y compañía se
aferran al poder, pues saben que si cae el régimen no tienen a dónde ir para
escapar de la justicia. Hasta se especula que no se consiguen divisas puesto
que los poderosos de la cúpula oficialista las reclaman en su mayoría para el
dorado exilio que vislumbran.
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