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Ban Ki-moon, agrega que “también ha llegado a la conclusión
de que, si hacia fines de 2017, el Secretario General concluyera que no se ha
logrado un avance significativo hacia un acuerdo completo para la solución de
la controversia, elegirá la Corte Internacional de Justicia como el próximo
medio de solución, a menos que los Gobiernos de Guyana y Venezuela, en forma
conjunta, solicitaran que se abstenga de hacerlo”.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha insistido en seguir con el
proceso de los Buenos Oficios, que no es otra cosa que una negociación
bilateral asistida, en cambio la entonces Canciller guyanesa Carolyn Rodriguez,
ya a fines del 2014 manifestaba que habían pasado más de dos décadas y dado que
los Buenos Oficios no habían dado ningún resultado había que explorar otras
opciones, mencionando la
Corte Internacional de Justicia (CIJ).
El nuevo gobierno del Presidente David Granger, a partir del
2015 inició una activa y decidida estrategia diplomática, para convencer al
Secretario General que la Corte
era el medio de solución adecuado para resolver de una vez la controversia.
Al mismo tiempo empezó a prepararse para enfrentar el
complejo proceso que implica defender su posición ante la CIJ, para lo cual ya ha
contratado al experto jurista internacional iraní-canadiense el Dr Payam
Akhavan y al muy respetado ex Canciller de Guyana y ex Secretario General del
Commonweath, Sir Sridath Ramphall.
Recordemos también que en la Secretaría General
de Ban Ki-moon trabajaron en estos años dos altas funcionarias guyanesas:
Valerie Moss, Sub Secretaria General para Asuntos Humanitarios y Catherine
Pollard, Secretaria General Asistente para la Asamblea General.
Mientras tanto ¿qué hacía el gobierno de Venezuela? Ni siquiera nombró un
negociador a tiempo completo apoyado por un equipo de funcionarios.
El encargado oficial, el Embajador Roy Chaderton tuvo por
años cinco cargos que ejercer y aun cuando ha dejado algunos, le han dado otros
como formar parte del equipo negociador en el llamado “diálogo” con la
oposición.
Y en cuanto a la asesoría, extraoficialmente me han
informado que los asesores internos son unos respetables profesores de Derecho
Penal y más recientemente he escuchado que han contratado a juristas
internacionales que han estado involucrados en la defensa de la posición
nicaragüense en el caso de la delimitación marítima frente a Colombia en la CIJ. Al respecto, el
gobierno debería haber informado al país.
El Acuerdo de Ginebra de 1966 es el tratado que rige la
reclamación venezolana sobre el Esequibo y en su art I se lee que hay que
buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia,
surgida como consecuencia de la contención venezolana de que el Laudo Arbitral
de 1899 sobre la frontera entre Venezuela y Guayana Británica es nulo e irrito.
Guyana afirma que el objeto del Acuerdo es establecer la
validez o nulidad del Laudo, mientras Venezuela, por su parte, sostiene que no
tiene sentido proponer una solución “práctica y mutuamente satisfactoria” a una
controversia estrictamente jurídica. El Acuerdo de Ginebra establece que el
Secretario General, si las partes no llegan a concordar ningún arreglo, podrá
decidir cuál de los medios de solución pacífica de controversias previstos en
el Art 33 de la Carta
de la ONU debe
utilizarse para la controversia.
La decisión de Ban es obvia y absolutamente favorable a
Guyana. Lo único que debe hacer Guyana es dejar pasar un año más sin acordar
ningún arreglo y logrará su objetivo. Hay juristas nacionales que afirman que
estamos obligados por el Acuerdo a someter el caso a la Corte, otros que sostienen
que someterse a la jurisdicción de la
CIJ, para Venezuela, siempre es voluntaria. De todas maneras,
no respetar la decisión del Secretario General tendría costos políticos para
Venezuela, que sería acusada, con razón o sin razón, de violar un tratado
internacional.
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