viernes, 2 de junio de 2017

América Latina: muchas mipymes, pero poco competitivas, por Juan Carlos Elorza


Fuente Web
En América Latina las “micro”, pequeñas y medianas empresas, también conocidas como mipymes, representan el 90% de las unidades productivas, generan cerca del 60% de los empleos y suman una cuarta parte del PIB regional.

Esta presencia en la economía tiene sus luces y sus sombras. Por un lado, están llamadas a constituirse en uno de los motores fundamentales de la productividad y el desarrollo; y por otro, las particularidades de su desempeño empresarial limitan las aspiraciones económicas de los países.

Latinoamérica crea más empresas en comparación a Asia, por ejemplo, pero tiene muchas firmas muy pequeñas, en general informales laboral y productivamente hablando, y pocos emprendimientos medianos y grandes. Además, las que sobreviven crecen más lentamente, generalmente a causa de un déficit histórico en innovación que limita sus posibilidades expansivas.

En otras palabras, a pesar de su trascendencia en el tejido comercial y productivo, su situación actual es, en el mejor de los casos, bastante mejorable. Si aspiramos a que las mipymes jueguen un papel protagónico en el progreso socioeconómico regional, deberemos apostar por políticas públicas que promuevan al aumento de su competitividad, para que puedan mirar cara a cara a sus pares en las economías más avanzadas.

El principal problema tiene que ver con el tamaño mismo de las empresas y el escaso crecimiento y con la baja calidad del empleo que generan. Latinoamérica crea más empresas en comparación a Asia, por ejemplo, pero tiene muchas firmas muy pequeñas, en general informales laboral y productivamente hablando, y pocos emprendimientos medianos y grandes. Además, las que sobreviven crecen más lentamente, generalmente a causa de un déficit histórico en innovación que limita sus posibilidades expansivas.

La consecuencia de esta situación es la esperada: baja productividad, competitividad y eficiencia y, por ende, bajo crecimiento económico y deficiente distribución del mismo. Se trata de un círculo vicioso basado en que las pymes no suelen ofrecer empleos de calidad y por eso no encuentran al capital humano avanzado, justamente el que está llamado a introducir procesos innovadores que deberían impulsar el crecimiento y la competitividad.

Ante esta situación, ¿qué podemos hacer para desatar el potencial de las pequeñas y medianas empresas?

La respuesta pasa, entre otros factores, por el fomento de la competencia, el fortalecimiento del capital humano y la innovación. Cuando existe competencia, las empresas tienden a explorar nuevos mercados y nichos, lo que contribuye tanto a su modernización, su crecimiento y, eventualmente, a su internacionalización.

En relación a la mejora del capital humano, casta con las siguientes cifras para evidenciar su trascendencia: cerca del 60% de latinoamericanos trabajan en empresas de cinco o menos empleados; prácticamente un tercio de los trabajadores latinoamericanos son autónomos o pequeños empleadores, como se explica en el Reporte de Economía y Desarrollo 2013; y la mayoría de los emprendedores ellos siguen siendo muy pequeños incluso tras décadas de operación.

En lo que se refiere a la innovación, la región se encuentra muy rezagada en comparación a Asia, Europa o Norteamérica, hecho que provoca, entre otras consecuencias, que el crecimiento empresarial latinoamericano sea más lento y menos sostenible. En promedio, las empresas latinoamericanas invierten en I+D sustancialmente menos que las de países de ingresos altos, y la mayor parte de esta inversión corre a cuenta del sector público. Pero la falta de innovación en América Latina no solo implica a las mipymes. De hecho, las multinacionales latinoamericanas también registran déficits de innovación en relación a las multinacionales extranjeras.

Esta breve radiografía puede completarse con los altos índices de informalidad laboral y productiva en la región. Para que la formalización sea atractiva es necesario facilitar y disminuir los costos de los procesos burocráticos para los empleadores y, al mismo tiempo, crear incentivos como la simplificación de trámites, reducción en tasas impositivas, creación de más programas de apoyo al desarrollo y financiamiento empresarial, o programas de compras del estado dirigidas a las firmas más pequeñas.

Estas son solo algunas de las medidas que podrían contribuir a que las pymes de la región se conviertan en una fuente de creación de empleo de calidad y en un motor económico que ayude a superar la histórica dependencia de América Latina de las materias primas.

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