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En una mesa redonda estilo Camelot, Sebastián Piñera propuso a sus
colegas de América del Sur crear un organismo multilateral "flexible y sin
ideologías". Se trata de una aventura geopolítica que es inédita en la
región y que necesitará de mucha vocación de poder para cumplir sus objetivos
fundacionales.
En el azaroso camino hacia su construcción, Venezuela ya
aparecía como su primer obstáculo, y entonces los siete presidentes que
viajaron a Santiago de Chile optaron por un pase de realismo mágico para evitar
que el Prosur naciera con una joroba institucional: en el documento final se
omitió una referencia directa a la crisis humanitaria causada por Nicolás
Maduro, pese a que fue debatida en las dos sesiones secretas que se celebraron
en el Palacio de la Moneda.
La ideología según Piñera
El presidente de Chile es un empresario liberal que derrotó en las
elecciones a una coalición de centroizquierda que fracasó por la gestión
errática de Michele Bachelet. Piñera no esta formado en las ciencias políticas
y considera que sepultar la experiencia traumática de la Unión Sudamericana
(UNASUR), diseñada por Hugo Chávez y Néstor Kirchner, implica enterrar a
"las ideologías".
Con mayor formación que el jefe de Estado chileno, Francis Fukuyama ya
intentó argumentar que la caída del Muro de Berlín eran "el fin de las
ideologías", pero los ataques terroristas a Estados Unidos, la agenda
global de Donald Trump y los argumentos multilaterales de Xi Jinping han
demostrado lo contario.
Un presidente de la región que participó de las deliberaciones explicó
a Infobae que Piñera hace referencia al concepto ideología como un antípoda de
la palabra democracia. Y en este sentido, la democracia funciona como limite
para permitir el ingreso – o no—de ciertos países que están más cerca del
populismo de Hugo Chávez que de los parámetros básicos de la Revolución
Francesa.
"Los requisitos esenciales para participar en este espacio serán
la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes
constitucionales, el respeto del principio de separación de los Poderes del
Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos
y las libertades fundamentales, así como la soberanía e integridad territorial
de los Estados, con respeto al derecho internacional", sostiene el punto
cinco de la Declaración de Santiago firmada por los presidentes de Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay y un representante de Guyana.
Esta defensa expresa de la democracia, que implica un bloqueo directo a
Venezuela por su situación institucional, fue rechazada con estilo diplomático
por los delegados de Bolivia, Surinam y Uruguay. No es que estos países no
tienen intenciones de integrar el Prosur –de hecho participaron en la redacción
de la Declaración de Santiago-, pero aún respaldan al régimen de Nicolás Maduro
y optaron por la abstención al momento de las firmas en el Patio de los Cañones
del Palacio de la Moneda.
El Prosur es una construcción política que intenta ejecutar una agenda
institucional del siglo XXI, para resolver los males endémicos que soportó la
región durante todo el siglo XX. "Destacamos nuestro compromiso para
consolidar y profundizar el desarrollo sostenible, erradicar la pobreza en
todas sus formas y dimensiones, lograr una mayor igualdad de oportunidades y
permitir a nuestros ciudadanos desplegar sus talentos, capacidad de innovación
y el emprendimiento", afirma la Declaración de Santiago.
Sin embargo, como construcción política, el Prosur deberá hacer un
esfuerzo enorme para incluir a los países que se abstuvieron de firmar el
documento inicial. En su última reunión con Vázquez en Olivos, Macri trabajó
para acercar posiciones, pero la política domestica condiciona al presidente
del Uruguay.
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