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Foto: EL Universal |
Momentos de angustia extrema padece la población venezolana. La crisis
económica que mantiene al ciudadano en un cuadrito se profundiza sin que haya
capacidad administrativa y gerencial para ni siquiera dar pasos a la
superación. La incompetencia manifiesta y brutal se extiende incontrolable
hacia el caos y quiebra de los servicios públicos vitales para una vida de
desasosiego y normalidad. La calidad de vida se ha deteriorado
impresionantemente.
Luz, agua, aseo urbano y teléfonos son suspendidos constante
y sorpresivamente. Dejando la vida en familia a oscuras; sin el líquido que da
la existencia, calles y hogares llenos de desechos putrefactos, sin teléfono no
internet. ¡Una verdadera calamidad! El regreso a etapas superadas del
desarrollo humano. Largas zancadas de retroceso, que nos recuerdan la Venezuela
pobre, analfabeta y enferma que dejó la Guerra de la Federación, escenificada
entre 1858 y 1864.
Polarización gobierno y
ciudadanos
La crisis política y el estado de ingobernabilidad manifiesto han radicalizado
la polarización entre el gobierno y los ciudadanos. Fortalecido al liderazgo
opositor y abierto la brecha de la pugnacidad entre gobernantes y gobernados.
No hay capacidad de respuesta oportuna a la demanda de los ciudadanos y a sus
diferentes sectores sociales.
El descontento se extiende como pasto sembrado
por los vericuetos de la otrora dinámica estructura social. La insatisfacción
generalizada llega a la indignidad y la desesperanza y abre trocha franca al
odio y la revancha. Un país dividido y cargado de sentimientos vengativos y
actitudes hostiles hacia quienes gobiernan.
Atrapados por la sed de retaliación
y cambio total, en la conducción de la nación. Mientras, un gobierno insensible
nada lo distrae en la aplicación de su modelo del socialismo del siglo XIX. No
hay evaluación de su aplicación y sus resultados. Continúan testarudos en su
ejecución y profundización. Llevándose por delante el rechazo generalizado de
la nación.
La perpetuidad en el poder
Una crisis política caracterizada por la maniobra canalla y la mentira
como estrategia en una trama de engaños e infamias que se desplazan por los
laberínticos canales de relaciones personales y grupales. La estratagema como
método principal de la política se pone en práctica para destruir moral y
públicamente al enemigo y no al adversario.
Se extraviaron los corredores de la
lucha principista y ética y se tomaron como vía los atajos de la ilegalidad, la
violación sistemática de los DDHH. Estableciéndose como política de Estado la
represión a la protesta y manifestación pacífica. El atropello, el castigo y la
tortura son aplicados sin remordimiento a los presos políticos, trayendo a la
memoria el perfil de las más sangrientas dictaduras del siglo pasado.
Un
gobierno cuyo principal objetivo es la perpetuidad en el poder, a costa de
mantener un proyecto chavista y castrista violador de los DDHH, tal como lo
expresó en la ONU la comisionada Bachelet. Sostenido por las FFAA y pequeños
segmentos de la población, adicta a la supervivencia de los programas sociales.
Pobreza, zozobra e incertidumbre
Un gobierno cuyas políticas económicas y financieras trajeron la
hiperinflación, la debilidad del bolívar, escasez de alimentos y medicinas, los
bajos sueldos, la inseguridad y el empobrecimiento general de la población. Un
modelo o sistema económico que destruyó al aparato productivo, persiguió a los
empresarios y confiscó empresas industriales, agropecuarias y de servicios.
Desestabilizó al empleado y trabajador manteniendo salarios miserables y
rezagados terriblemente del costo de vida y de las necesidades básicas.
Pobreza, zozobra e incertidumbre paren ser la divisa del gobierno de Maduro.
Mantienen al país en constante desasosiego y sus políticas informativas y
comunicacionales, inscritas en la sociología de masas, mantienen a la población
en alto grado de expectación e indagación.
Lo que pudiera distraer al ciudadano
de los problemas de la escasez, la incapacidad del bolívar y la suspensión de
los servicios públicos. Lo que observamos es el diseño de conocida estrategia
comunicacional para “la pérdida del control racional, mayor sugestionabilidad,
contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato”, tal
como la definió el sociólogo francés Gustave Le Bon. Puesta en práctica en los
regímenes totalitarios y tiránicos que se han constituido a través de la
historia.
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