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"No arrancó bien la nueva Asamblea Nacional. Hay una
sensación de alta beligerancia que no les gusta a los ciudadanos . No quieren
un ring de gallos sino una academia democrática de construcción de soluciones a
la crisis". Eso dijimos y lamentablemente acertamos. No arrancó, ni siguió
bien.
En esa columna también les comentaba que Venezuela requería
diferenciar bien entre lo urgente y lo importante, y que las circunstancias
-bien definidas por el Presidente como una Emergencia Económica- exigían dejar
de lado los resentimientos personales para actuar con responsabilidad social
extrema. Hoy esta premisa no solo sigue teniendo la misma validez, sino que es
más necesaria aún para alcanzar el bienestar que todos anhelamos.
No podemos caer en la trampa de las democracias de papel, ni
quebrantar la esperanza popular. Es indispensable que lleguemos a acuerdos que
verdaderamente les permitan a todos los venezolanos, sin distinción de clases,
solventar los problemas que los aquejan. Debemos ser hombres y mujeres de palabra.
Prometimos trabajar por y para el pueblo, crear leyes que transforman
positivamente las realidades de cada estado del país y justo eso debemos hacer.
¿Estamos actuando así? ¿Hay comprensión y respeto mutuo? ¿Se
podrá superar la crisis con este tironeo de visiones encontradas? ¿Es posible
construir algo sólido habiendo una grieta que no sella? ¿Puede edificarse algo
creativo a los gritos, amenazas y empujones? Los invito a reflexionar y
responderse. Las cartas están descubiertas y todo está a la vista.
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