Hay pocas cosas más difíciles que ajustar la economía cuando
pierde el equilibrio. Le recuerda a uno aquel programa alemán que pasaban los
domingos en la mañana: el Telematch. Los juegos siempre eran rudos y difíciles
y los participantes terminaban embarrados hasta la coronilla. El más parecido a
lo que vemos en este momento es el juego de los tres cochinitos.
Consiste en que cada jugador tiene frente a sí un barril
lleno de agua. Le entregan a cada participante tres cochinitos vivos, que en el
momento de partida deben tirar dentro del barril. Los jugadores deben mantener
vivos los tres cochinos durante media hora y sólo pueden usar dos manos.
¡Riiiing!, empieza el juego. Caen los cochinitos al fondo
del barril y nuestro jugador favorito debe buscar la manera que todos puedan
respirar, pero lamentablemente no todos pueden hacerlo a la vez. Mete las dos
manos y saca los primeros dos cochinitos, mientras el otro queda sumergido. En
el momento perfecto, antes de que el tercer cochinito se ahogue, suelta uno y
saca al otro. Y otra vez en el momento adecuado, lanza al siguiente y levanta
al otro. El tiempo dividido entre dos cochinitos no da. Si el jugador tiene un
cochinito favorito y pretende mantenerlo arriba respirando, alguno de los otros
dos se ahoga. No hay preferencias, ni carnet del partido que valga. Es
indispensable que los tres traguen por igual.
¿Qué creen ustedes que esta pasando con los cochinitos
mientras les toca el turno de respirar? Uno podría pensar que entenderían el
juego y aprovecharían el momento arriba para respirar profundo, llenar de
oxigeno sus pulmones y se preparan para el rato desagradable en el que les
tocará tragar agua.
Pero no, el detalle es que los cochinitos no entienden el
juego y cuando los sacan del barril, en vez de descansar y respirar, gritan
desesperados. Están protestando por lo que les está pasando, que sin duda es
espantoso. Intentan morder al jugador para que termine el juego de inmediato,
sin entender que esa mordida lo único que puede lograr es que vaya más rápido
al fondo del barril y sin tiempo para recuperarse.
El desespero de los cochinitos, sus gritos y su agresividad
puede hacer que el arbitro del juego se ponga nervioso y decida pararlo. Ordena
a los jugadores sacar sus cochinitos del barril y llevarlos a la cochinera para
descansar. Pero esto sólo alarga y empeora el problema. No hay otra forma de
jugar. No se pueden cambiar las reglas. Tendrán que empezar de nuevo y en
peores condiciones. No hay manera de que los cochinitos salgan vivos sin tragar
agua parejo.
Ahora los cochinitos están corridos en cuatro barriles.
Deben perseguirlos por toda la cochinera para comenzar de nuevo. Y serán ahora
más difíciles y agresivos. Si finalmente hay un jugador suficientemente
preparado e inteligente que logre terminar el juego con sus tres cochinitos
vivos, ¿qué creen ustedes qué dirán ellos, en rueda de prensa al terminar?
Probablemente dirán que ese es el juego más perverso que han jugado y que el
jugador es una desgraciado. Únicamente la historia lo premiará.
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