El presente artículo, segundo de una serie, forma parte de
una línea de investigación sobre la modernidad venezolana desarrollada por los
autores en el área de la teoría e historia de la arquitectura y el urbanismo de
la Universidad Simón Bolívar. En esta oportunidad, en conjunto con la Fundación
Espacio y el Archivo Fotografía Urbana, en el marco del proyecto CCScity450, se
exploran aspectos que supusieron una transformación del paisaje urbano
caraqueño en relación con el trasiego de ideas y formas entre los Estados
Unidos y Venezuela.
Si bien el proyecto de modernización urbana venezolana ha
sido producto en gran medida del impacto petrolero, no sería hasta las décadas
de 1940 y 1950 que las multinacionales petroleras construirían sus
edificios-sede en Caracas. Esta decisión indicaría un sesgo temporal y
programático en la actuación de dichas empresas en el territorio. Tras casi cuarenta
años de presencia, sustentados en un esquema de ocupación nómada, altamente
utilitario, de pronto incidían en el paisaje urbano a través de edificios que
serían la imagen legible de lo que hemos denominado Distritos Petroleros,
enmarcando así los diversos sectores en los que se fueron desenvolviendo, bajo
una condición urbana particular, intereses, servicios, dinámicas y residencias
asociados a dichas petroleras, teniendo a dichas sedes como núcleos de
centralidad.
Presencia de las
compañías petroleras en Caracas 1920-1940
Las compañía petrolera británico-holandesa Shell y la
estadounidense Standard Oil, cuya importancia en el país creció a partir de la
década de 1920, basaron su actividad en una política de extracción y
exportación, sin ningún tipo de arraigo, que se correspondía perfectamente con
la fundación de campamentos petroleros (Fig. 1), en los que desarrollaron
paisajes y estándares de vida muy distintos a los existentes en el país. Sin
embargo, su presencia en la capital fue discreta. La sede de la Shell, por
ejemplo, ubicada en la esquina de Mijares, no representaba sino una división
más de la compañía. Las oficinas de la Standard Oil se ubicaron hasta 1928 en
la sede de la West Indian Oil Company, entre las esquinas de Marrón y Cují. Ese
mismo año se trasladaron a la llamada “Casa del Príncipe”, en la Plaza España
(Fig. 2). Para 1929 Venezuela era el mayor exportador de petróleo en el mundo y
en 1932 la Standard Oil se convirtió en la mayor empresa petrolera de
Venezuela. Ese año se mudó a una casa ubicada entre Veroes y Jesuitas, que fue
ampliada al año con la adquisición de la casa vecina. Allí permaneció la
Standard hasta 1940, cuando dicha casa se convirtió en la sede del Banco
Central de Venezuela.
Así pues, para la época del gobierno de Eleazar López
Contreras, las oficinas de la Standard Oil habían tenido varias sedes, y todas
ellas, al igual que las de la Shell, se ubicaban en el centro de Caracas, lugar
de las actividades financieras y comerciales de la ciudad.
El campamento minero como imagen mental de un
país. Cleveland, Oklahoma, 1905 / Mene Grande, sin fecha |
Sedes que son elocuentes. Edificio Standard Oil, Los Ángeles, 1926. George W. Kelham Sede Standard Oil, antigua Plaza España, Caracas, 1928 |
Decisión de edificar
las sedes de las compañías petroleras en Caracas 1940-1945
En la década de los 40 se promovió un cambio en las
relaciones de las petroleras con el país. Como marco fundamental de dicho
cambio hay que destacar la Ley de Hidrocarburos de 1943. Dicha Ley fue posible
gracias a la coyuntura de la guerra y se convirtió en un hito de la
transformación de Venezuela en una nación petrolera y, como ha remarcado
Fernando Coronil, confirmó el papel dual del Estado “como poder soberano y como
terrateniente”. Como requerimiento especial de la Ley, se dispuso que el diez
por ciento del petróleo extraído de las nuevas concesiones debía ser refinado
en el país. Igualmente, es pertinente señalar la relación que Estados Unidos y
Venezuela sostuvieron a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, dada la
condición del país como principal surtidor durante el conflicto, así como la
“Política del Buen Vecino” de Roosevelt. También resulta clave para entender
los procesos del momento la nacionalización del petróleo llevada a cabo en
México y Bolivia.
Este conjunto de hechos obligó a las principales compañías
petroleras tanto a construir refinerías en el territorio venezolano como a
edificar sus sedes principales en Caracas, cambiando la tradicional política de
adquisición o alquiler de edificaciones en el centro de la ciudad. La Creole
inauguró la Refinería de Amuay en 1950, y la Shell la de Cardón en 1949. En
cuanto a las sedes, en 1940 ya la Standard Oil había comenzado un proceso de
división en distintas sedes: una parte de la compañía se mudó al edificio
Zingg, el resto se ubicó en una casa situada entre las esquinas de Cuartel
Viejo y Pineda. En 1943 tomó la decisión de consolidar todos sus intereses en
Venezuela en una sola compañía: la Creole Petroleum Corporation. Esta decisión
conllevó a centralizar las oficinas en una sola sede. Igualmente, la Shell
decidió hacia 1945 centralizar la dirección de la empresa en Caracas, lo que
implicó, por supuesto, la construcción de un edificio digno de tal propósito.
Distritos Petroleros
en Caracas
Tal como ha señalado Lorenzo González Casas, “un nuevo
estrato de modernidad apareció en Caracas a mediados del siglo XX. Tres
procesos contribuyeron de manera decisiva a la conformación de dicho estrato:
la profunda transformación de la estructura social urbana, la voluntad de
creación de un medio físico nuevo y una amnesia histórica generalizada”. Como
hemos señalado en otro artículo, el petróleo proveyó mucho más que divisas a
Venezuela; proveyó los medios para “intentar” alcanzar la modernidad.
El concepto de Distrito Petrolero permite visualizar las
diversas zonas de la ciudad en las que se fueron desenvolviendo los intereses y
las dinámicas asociados a las petroleras, fundamentados sobre una matriz física
e ideacional común y un “estilo de vida” nuevo, cuyo correlato fue la irrupción
de procesos de segregación espacial y urbana, identificables con la noción de
“campamento” y de suburbio, y con criterios de representación opuestos a una
“otredad”, anacrónica, que no conjugaba con el afán “modernizador” de dichos
Distritos. Estos “Distritos” fueron trasladándose en el mapa de la ciudad a
medida que se iban mudando las corporaciones petroleras, pero todos ellos
compartieron un imaginario común de “intensificación de la modernidad”
sustentado en un singular nivel de equipamiento y servicios respecto a otros
territorios urbanos. Se caracterizaron también por una forma de ocupación que
planteaba la reunión del trabajo y la residencia en un mismo territorio,
“replicando” en este sentido la experiencia de los campamentos petroleros.
Lea el informe complete aquí.
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