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Foto: AP |
Con solo un vistazo a las fotografías de satélite de la NASA tomadas la
noche del 7 de marzo, es posible observar la fuente inmediata del apagón
nacional que dejó paralizada a Venezuela durante una semana: dos pequeños
incendios, peligrosos por haberse iniciado muy cerca de algunas líneas
esenciales de transmisión de energía eléctrica.
Si la imagen se abre, es posible observar Caracas, la capital de
Venezuela, sumida en total oscuridad. El lunes 25 de marzo, otro apagón volvió
a oscurecer Caracas y otras 16 entidades. El gobierno venezolano ha dicho que
los apagones son culpa de múltiples ciberataques, pero por décadas —durante las
presidencias de Nicolás Maduro y su antecesor, Hugo Chávez—, el sistema
eléctrico ha sido desatendido.
Para identificar las causas reales por las que Venezuela tardó al menos
cuatro días de marzo en restablecer el suministro de energía eléctrica, hace
falta una visión más amplia que incluya a Estados Unidos. Sin duda, Chávez y
Maduro son responsables de haber puesto al país en esta situación. No obstante,
las sanciones económicas impuestas por el gobierno estadounidense han dejado al
régimen de Maduro sin la capacidad de resolver la crisis eléctrica por su
cuenta.
Las causas del primer apagón ahora son muy claras. Un informe
exhaustivo escrito por el director de la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la
Universidad Central de Venezuela muestra que el apagón ocurrió a consecuencia
de un incendio iniciado cerca de las tres líneas de transmisión de energía
eléctrica del complejo hidroeléctrico de Guri, en la región sureste de
Venezuela. Ese complejo cuenta con varias represas y estaciones eléctricas que
producen en conjunto un 80 por ciento de la energía exportada al sistema
nacional; por lo tanto, su desconexión puede producir un apagón nacional.
La falta de poda adecuada de la vegetación pudo haber aumentado las
probabilidades de incendio, aunque este tipo de fenómenos pueden iniciarse casi
en cualquier lugar. También hay que recordar que no se trató del primer apagón
nacional ocurrido en Venezuela. En suma, el problema no radica tanto en el
hecho de que haya ocurrido un apagón, sino en que las autoridades tardaron más
de cuatro días en resolverlo.
Para reanudar el funcionamiento del sistema, es necesario activar los
generadores de la represa y subestaciones ubicadas en lugares distantes del
país. El problema es que solo alrededor de una quinta parte de la capacidad de
generación térmica del país estaba en operación al momento del apagón, por lo
que fue prácticamente imposible cubrir con generación térmica el faltante de la
hidroeléctrica. Al parecer, la falta de una fuente de energía alternativa y de
trabajadores especializados, así como el deterioro del equipo y algunas
deficiencias sencillas en la administración, se conjugaron para prolongar el
apagón.
Sin embargo, las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos
también han jugado un rol. En primer lugar, una de las razones por las que
algunas de las plantas eléctricas no estaban en operación es la falta de
combustible para su funcionamiento. Muchas de estas plantas utilizan diésel,
que Venezuela importaba de Estados Unidos antes de que el gobierno de Donald
Trump prohibiera su venta en enero. Así que no es ninguna sorpresa que muchas
de las plantas térmicas del país que emplean diésel hayan estado inactivas un
mes después.
Peor aún, el enorme sector eléctrico de Venezuela depende en gran
medida de partes y servicios obtenidos a través de empresas internacionales.
General Electric (GE) y Siemens fabrican la mayoría de los generadores
eléctricos empleados en la industria petrolera de Venezuela y gran parte del
equipo principal utilizado en las plantas hidroeléctricas del país. Las
sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Venezuela, en agosto de
2017, dejaron al gobierno sin la capacidad de pagarle a estos proveedores
extranjeros.
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