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A primera vista, las únicas
diferencias entre Startup Village y otras ferias de emprendimiento
tecnológico son el cirílico y las mantas. Están las tarimas, los
bucles de música electrónica, los maletines, las gorras
corporativas, los voluntarios alineando sillas, los stands y un
inclemente viento gélido que nadie tenía previsto.
La sexta edición de la cumbre
'estartapera' rusa por excelencia tiene su sede en Skolkovo, la
miniciudad que pondrá a Rusia en el mapa de los unicornios, si los
inversores quieren. Al filo del bosque, se mezclan conjuntos
arquitectónicos modernos, carpas blancas, food trucks y las obras:
un 65% del lugar, que empezó a levantarse en 2012, continúa en
construcción.
¿Dónde están los rublos?
El último edificio que se inauguró en
este Silicon Valley a la rusa -con mantas y una notable participación
estatal en financiación-, se llama Matrioska. Matrex para los
forasteros. Fuera del vientre de este bloque acristalado, los
ponentes plantan cara al viento. “Hace mucho frío aquí fuera. Me
mudé de Inglaterra a California para huir de esto”. El clima ha
ganado esta batalla a Aubrey de Grey, pero el investigador jefe de la
SENS Research Foundation tiene contiendas más importantes que
librar. Por ejemplo, convertir el envejecimiento en proceso
reversible dentro de los próximos veinte años: “Estas técnicas
de rejuvenecimiento no te detendrán en tu edad, sino que te
devolverán a la juventud”. A la cruzada del británico han sumado
sus recursos el fundador de Ethereum, Vitalik Buterin, y Michael
Antonov, de Oculus. “Los donantes rusos se han vuelto muy
prominentes”, asegura.
Parte de la misión de Skolkovo es
crear un nuevo sistema circulatorio para la inversión privada en
Rusia. “Tenemos fondos de capital riesgo con inversores para rondas
A y B, pero las primeras fases son difíciles en cualquier lugar del
mundo ”, argumenta el finlandés, Pekka Viljakainen, que ha estado
implicado en el proyecto desde sus inicios, como asesor. En este
contexto, la mayoría de las startups que se desarrollan al calor de
este centro dan sus primeros pasos con el impulso de la financiación
pública. “Estamos intentando construir la mejor cultura de
business angels: que además del dinero tengas consejo”.
Primero fueron las vacas
Por el mismo prado donde hace menos de
diez años campaban las vacas, circula ahora un dragón de tres
cabezas que reparte folletos de IPChain, un proyecto conjunto de
diferentes entidades para fortalecer la protección de la propiedad
intelectual a través del blockchain. Unos metros más allá, la
carpa de la aerolínea IP7 aprovecha la glacial coyuntura
meteorológica para cambiar mantas por suscripciones.
El éxodo de las vacas abrió camino a
más de 1.800 startups. “Aquí nos concentramos en todas las áreas
tecnológicas. Lo tenemos todo: IOT, eficiencia energética,
biomedicina, agricultura, industria… Creo que esto es bueno porque
en el mundo moderno todas las tecnologías son muy complejas. Si
algún socio industrial nos pide algo, no hay un escenario en que no
tengamos una empresa dedicada a ello", asegura Igor Drozdov,
presidente de la junta directiva de la fundación. Este Startup
Village ha sacado a jugar a medio centenar de ellas: sistemas de
pago, materiales ultrarresistentes, cristales térmicos, bebidas de
algas, exoesqueletos, métodos de encriptación… Ochenta
centímetros en un stand de madera durante dos días para encandilar
al inversor de los huevos de oro.
El talento no es problema. “Todo
viene de la educación. Los rusos son buenos en ingeniería,
construcción de software, matemáticas…”, explica Igor Bogachev.
Este cóctel ha resultado clave para que el que fuera vicepresidente
de Skolkovo durante cuatro años dirija ahora Zyfra una empresa de
IOT e inteligencia artificial en pleno crecimiento tras un solo año
de vida. “Este verano iremos a China”, adelanta. Sin embargo, la
velocidad de Bogachev responde en parte a la compra de varias
empresas menores.
Conseguir impulso suficiente para
cruzar las fronteras rusas es más difícil para quien parte de cero.
“No basta hablar inglés y hacer buenas presentaciones”, añade
Drozdov. Un hueco en Skolkovo es el billete dorado. Un 85% de las
solicitudes para acceder a la lanzadera de startups rusa resultan
rechazadas. Las propuestas son revisadas por un equipo independiente.
“Tenemos un panel externo de unos 800 expertos de todo el mundo”.
Cada propuesta se asigna a diez examinadores seleccionados
aleatoriamente. Si seis de ellos la valoran positivamente, las
puertas de la fábrica de chocolate se abren de par en par. Si no,
siempre se pueden seguir comprando chocolatinas. “Los expertos
suelen añadir anotaciones sobre posibles mejoras. Y no tenemos
ningún limite sobre las veces que se puede presentar una propuesta”.
De Moscú al mundo
Aunque los emprendedores rusos no
tienen una ruta predefinida para iniciar la conquista, algunos países
se muestran más propicios. “Tenemos colaboraciones muy exitosas
con China y los inversores chinos están muy interesados en las
startups rusas”, explica Drozdov. En este saco entrarían también
los mercados de Japón y Corea del Sur. Además, Skolkovo tiene el
ojo puesto en Latinoamérica, y viceversa, especialmente en lo que a
agricultura se refiere. “Buscamos el camino fácil. Los grandes
mercados. Rusia no es suficiente”.
¿Y el unicornio para cuándo? “Para
tener un unicornio, en el 99% de los casos necesitas inversores o
socios industriales. Convertirte en un gigante sin ayuda externa es
muy difícil”, razona Drozdov. Para lograr el empujoncito
definitivo, Skolkovo trata de atraer el interés de las grandes
compañías rusas, tradicionalmente poco interesadas en buscar
innovación más allá de su departamento de I+D. “Suelen creer que
pueden hacerlo todo solos, pero creo que las cosas están cambiando”,
asegura.
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